Algo tan frágil en apariencia suele contener demasiada fortaleza. Una pequeña fibra es capaz de mantenernos con vida cuando esta pende de un hilo. Puede también insuflarnos el suficiente valor como para seguir hacia adelante porque la esperanza pende de un hilo. Es posible que algo tan ligero pueda ser perfectamente el hilo conductor de nuestros temores y nuestros miedos, pero también de nuestros éxitos y de nuestras victorias. Pero sobre todo porque nuestras acciones pueden hacerse siempre con un objetivo claro y no dar puntada sin hilo.
Es en los momentos de desasosiego, en los momentos crepusculares cuando te das cuenta de algo se acaba, la vida, la emoción, la risa o el roce, cuando aferrarse a ese hilo es lo único que te mantiene cuerdo es cuando más frágil es la unión entre la esperanza y la pérdida más absoluta.
Pero, aunque imaginaba que sólo se sostenía por esa aparentemente frágil fibra, la realidad era bien distinta. La tendencia a imaginar que cualquier relación se sostiene en una o en pocas cosas, la perspectiva errónea de que, con sólo la honestidad, el compromiso y el diálogo, todo se puede llevar a buen puerto, les había trastornado. Percepciones diferentes de los mismos problemas, percepciones diferentes de los mismos errores. Se dieron cuenta tarde de que sólo la comunicación hacia un mismo sentido llevaba a un bucle de destrucción silencioso porque cada uno llevaba un ritmo diferente, una conciencia vital que nunca compartieron porque lo enmascararon todo con la pantomima de la comprensión mutua.
Y todo aquello les impedía ver que les unían infinitos hilos de sentimientos y pensamientos, que estaban tan firmemente atados el uno en el otro que, si tan solo se hubieran parado a pensar en lugar de mirarse a los ojos como imbéciles creyendo que simplemente así se conocerían hasta lo más profundo de su ser, se hubiesen dado la mano en silencio y se habrían sostenido ingrávidos en aquel caos silencioso en el que su vida se había convertido. Estaban tan cerca que no se veían y se sentían tan lejos que ya no anhelaban tocarse.
Tenían tanto miedo a cortar aquel hilo por si se precipitaban al abismo del olvido que no repararon en todo lo que les unía. Cuando se dieron cuenta de ello era tarde y a su alrededor vieron que a todos les pasaba exactamente lo mismo. El hilo del silencio no es un ancla y cortarlo no cambia absolutamente nada.
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