Una historia de amor sencilla
Con los ojos muy abiertos, cortó. Preciso, quirúrgico, superficial. Entonces, moviendo el cuello con extrañeza, esperó unos instantes. El tiempo suficiente para que el blanquecino corte se fuese oscureciendo hasta dejar salir una gota redondeada y de color carmín. El bamboleo del pecho aún no había cesado y conseguía que la gota, perezosa, se mantuviese …