Saya
Cuando estaba sola, corría. Lo hacía para respirar rápido, para que la sangre recorriese las venas a trompicones y su corazón estuviera a punto de descabalgar. Era ese correr frenético que te deja sin aliento y consigue que arda cada una de las fibras del cuerpo, el que te deja exhausto y hace que apoyes …