Herida perpetua
Seguía sentada, como las horas anteriores, con la mirada perdida, el rostro aún perplejo y con su mente convulsionada. Tan rápido como apareció, se fue. Siempre pensó que quizá algún día se acabase, que se cansase, que perdiese el interés, incluso cuando veía que cada día todo aquello se reforzaba y sentía que los cimientos …