Sediento
La cuerda se mecía y silbaba un poco por el roce de la argolla. La barra de acero era firme y la cuerda formaba un triángulo equilátero perfecto. Sonrió al imaginarlo en mitad de una filarmónica, resonando entre las cuerdas de las violas. Ella ahora se balanceaba, con su piel suave y salpicada de lunares, …