Corteza
Era suerte, quizá. Cuando la piel se despegaba de los restos de resina y de corteza se mantenían clavados. Tardó casi una hora en conseguir que abrazase a aquel tronco inmenso, con las piernas separadas y algo flexionadas y los brazos en un ligero ángulo por encima de sus hombros. Las muñecas, casi inmóviles y …