El fin del mundo
La lluvia arreciaba sin descanso desde hacía tres días. El oleaje combatía con fiereza contra los firmes acantilados en una batalla que ya duraba centurias y en la que aparentemente no se vislumbraba un ganador. Retumbaba tan fuerte esa furia que casi apagaba el agudo chillido del viento infiltrándose por los pequeños recovecos de las paredes …