El perdón

La lucha del dominante siempre ha sido contra sí mismo. Ni siquiera la dureza de enseñar, aleccionar o sentir a una sumisa es tan dura como mantener cierto equilibrio y constancia en el camino que hay que seguir. La historia de uno mismo se entiende desde el aprecio por los errores, numerosos aunque lo neguemos …

Al azotito leré

Se presento juvenil y pizpireta, con los labios rojos, carnosos, apetecibles y unos dientes perfectos, blancos y relucientes. Tuvo la decencia de no pintarse como una puta y se veía hermosa y lozana, feliz. Ella lo sabía y lo utilizaba siempre, al menos eso intuí. Conmigo, los truquitos de jovencita no tenían mucho sentido. Tanto …

Bajo presión

Nunca había visto así su sangre, en ese fluir continuo y lento, dibujando serpenteantes caminos por su piel para terminar desembocando, primero gota a gota y luego en un fino hilo sobre la arena blanca y cálidamente perfumada. Junto a las nuevas marcas de ese rojo intenso y oxigenado sus pies, inmóviles, pétreos, soportes de …

El jardinero

Cuando la tierra caía de sus manos, lo hacía con todo el sentido que su mundo podía darle. La simpleza de los movimientos, la cautela de sus dedos, colocando las ramas, arrancando hojas, invisibles tormentos que conseguían el fin determinado. La rectitud y la perfección. Se veía a si misma observándole con mirada hipnótica, observando …

La escalera

Se había mudado hacía poco, nueva vida, nuevo entorno. El descubrimiento de la vida inesperada se enfrentaba a ella. Como parte de esta nueva aventura, se había ido a vivir a un sitio céntrico pero apartado de lo tumultuoso de la urbe y su vida diurna y nocturna. En las pocas semanas que llevaba allí, …

Él/Ella

Él Su aliento, prisionero del cristal, pugnaba por ocultar sin éxito su instinto animal, intentando pasar desapercibido tras el cristal. Él al principio no lo sabía e intentaba en vano ocultarse de su mirada, que a veces de forma huidiza se cruzaba con la suya. Sin embargo ni uno ni otro sabían de su existencia. …

Pintura rasgada

El sol golpeaba cada mañana con la misma intensidad que sus manos. Llevaba varios días de ya casi insoportable tortura y cada noche ya casi en el amanecer, su rendición llegaba como en las batallas libradas en los confines del mundo. Símplemente se dejaba caer, exhausta y plenamente satisfecha, con la sensibilidad en límites intolerables. …