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Todas las mujeres hermosas se sienten especiales sin darse cuenta de que lo que les hace especiales no es su hermosura sino su singularidad. El caramelo de naranja potenciaba el sabor ahumado de la madera del bourbon y golpeaba ligeramente sus dientes. A su derecha se encontraba una de aquellas mujeres, segura de aquello que controlaba y segura de anhelar algo que desconocía y pretendía controlar. No era la primera, no sería la última, pero cada una, era diferente. La música, aunque casi inaudible por aquellos auriculares intraurales, le enseñó mucho más de lo que ella podría imaginar. Anita O’Day era de sus favoritas, una coincidencia más que interesante, pensó.

Sonreía mientras tarareaba la melodía de la canción en voz baja, pero no tanto como para que ella lo escuchase. Se levantó, se acercó a la azafata y ésta, le entregó un ejemplar de USA TODAY que dobló por la mitad y enrolló haciendo presión con sus manos. Cuando se sentó, otro bourbon estaba en su mesita de vuelo. Como el anterior, se lo bebió de un trago.

La displicencia tiene utilidad cuando quien está frente a ti desconoce tus capacidades, sin embargo, carece de sentido cuando el objetivo no puede medirse en tiempo. Ella, sin darse cuenta, flanqueaba, descompuesta por pisar un terreno hasta ahora desconocido. Claro que a lo largo de su juventud se había encontrado hombres más inaccesibles de lo habitual, pero siempre era por ese aura, ese tufillo de superioridad que daba su posición social, hombres que chasqueando los dedos podían tener cualquier hembra que desearan. Ella jugaba a eso, el chasquido le dejaba fría y era entonces cuando el poder cambiaba de mano, como en una partida de póker.

En esencia, se trataba de eso, ella sentía curiosidad por algo desconocido, él siempre actuaba igual porque no tenía un fin concreto. Entonces se rompió ese silencio que a ella le estaba torturando. La próxima vez que te aten las muñecas, procura que lo haga alguien que sepa, le dijo con una suavidad inusitada.

Intentó mantener la compostura pero apenas lo consiguió buscando en su memoria el momento en el que hubiese podido observar sus muñecas. Ahora sabía que jugaba en desventaja y se preparó para una ofensiva que cambiase el signo de aquella situación.

No es muy caballeroso por su parte inmiscuirse en asuntos que no le conciernen, le espetó de la manera más fría y altiva que pudo. Sin embargo, no pudo evitar un ligero temblor de ansiedad en su tono. La pausa fue sorprendentemente larga y mientras se acariciaba la barba contestó sin cambiar la cara, es lógico, no tengo nada de caballero aunque es posible que cualquiera de los que hay por aquí cerca y se hacen llamar así, no se hubiesen fijado precisamente en esa parte de tu anatomía. Desenrolló el periódico y comenzó a leer con sorprendente concentración.

Ella, atribulada, sólo consiguió pedir otro bourbon mientras sus mejillas se encendían en una perfecta mezcla de vergüenza y de ira.

 

Wednesday

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